UN ESPACIO PARA COMPARTIR EL PENSAMIENTO Y GENERAR VINCULOS DESDE LA REFLEXION ACTIVA A TRAVES DE LA LECTURA DE TEXTOS DEL AUTOR Y SUS IDEAS.

sábado, 23 de febrero de 2008

Editorial "Ver verde"

La mas mínima de las expresiones de la naturaleza tiene el poder de reencontrarnos con partes esenciales de nosotros, de despertar estados y emociones, una maseta en un balcón que se asoma como fuera de contexto, nos puede conectar con una sensibilidad y con un reflejo casi primitivos, que se olvida fácilmente en ausencia de estos disparadores,

Estas criaturas verdes, aparecen recortadas entre los grises cementicios de la ciudad y son un bálsamo para el espíritu más allá de que uno lo note o no.

Nos recuerdan tanto, nuestro origen y nuestro vinculo que no podemos evitar la empatía.

Al encontrarnos con estas presencias vegetales uno recupera la escala humana, y las arquitecturas de las grandes urbes se nos antojan más que nunca caprichosas o arbitrarias, a tal punto, que uno llega a preguntarse qué es lo que realmente está fuera de contexto.

Sería revitalizador y significante que nos podamos reintegrar a esa naturaleza a diario, sin menospreciar su valor por su tamaño.

Generar una interacción, proveerles de un cuidado, atentos a la devolución simple y profunda que pueden retroalimentar estos contactos, por mínimos que parezcan, como espacios y dimensiones del pensar y del sentir, con una calma inusual, una calma verde y vegetal que emana desde el centro de nuestra comunión y de su reconocimiento.

Estos momentos pueden ser desarrollados libremente, pero acercándonos a una técnica, como un ejercicio, en donde el trabajo con la naturaleza nos permita sondear en contenidos, a ritmo lento pero activo, capaz de aquietar el flujo de pensamientos.

O sencillamente, haciendo de este hecho un arte del estar presentes, podemos sumergirnos en una única actividad donde no exista nada más en nuestro instante, que él solo acto en el que nos encontramos. Con toda mi presencia aquí y ahora remuevo la tierra dura, podo unas ramas o quito las flores secas.

sábado, 16 de febrero de 2008

Ser en el centro "7"

Si la unidad inmanente es la esencia del universo, y la virtud del hombre su expresión, debo poder deshacerme de la contradicción, que no solo es un proceso disociativo, si no también contrario a la naturaleza de la vida.
Para liberar la contradicción es menester practicar los actos de unidad, estos se diferencian por tener cohesión interna y armonizar la acción y la conciencia.

El comentario

Habiendo comprendido que las cosas son lo que son, ni más ni menos, el estado de aceptación nos libera del desacuerdo ante el hecho inevitable, y es en este acuerdo íntimo con lo inexorable que la pretensión no es posible.

Sin pretensión, las resistencias que se esgrimían como argumento carecen de sentido y son abandonadas. Siendo así, no hay fricción ni pérdidas, ni nada que resignar con ese sabor amargo que nos dejaba el desacuerdo.

En esta nueva condición, que el estado de aceptación nos da, la vida se experimenta de manera integrada y fluida, y ésta deja de ser como un rompecabezas caprichoso y aleatorio, donde la fragmentación imperante en la que estábamos se desvanece y es posible percibir la unidad que subyace, de la cual somos expresión y parte.

Cuando no vemos al universo con ojos mecanicistas, éste deja de ser una máquina y lo que está en él sus partes.

Este reduccionismo no es posible para aquel que ha descubierto, por percepción o por intuición, que existe una condición de unidad inmanente en todo lo que nos rodea.

Es esta unidad esencia del universo, y el hombre no podría hallar virtud mayor que la de ser su expresión.

Puesto que el mismo es un universo debe expresar esta unidad en sus actos para ser su reflejo.

La coherencia no solo implica un razonamiento sino un comportamiento que va más allá de nuestras acciones. Ya que la coherencia es cohesión y la cohesión es fuerza que sostiene y contiene, es en ésta actitud de coherencia que la esencia del universo se expresa en el hombre.

Y es por oposición a este estado de unidad inmanente que la contradicción surge como actitud disociativa y fragmentadora.

Capaz de invertir la corriente de vida hasta el extremo de enfermarnos, la contradicción es más peligrosa de lo que reconocemos a diario, hay en su antagonismo, en su desacuerdo y en su necedad tanto sabor amargo de autoagresión que son claros indicios de su negatividad.

Solo el hombre es capaz de ir contra la naturaleza de la vida, y es a partir de sus contradicciones que lo hace.

Si la contradicción es liberada desaparecen el antagonismo y la separación.

De ser así, uno fluye suavemente hacia el estado de unidad inmanente.

En el estado de unidad inmanente la mente se aquieta, y el espíritu es libre, y ambos se expanden, vastos e inconmensurables, como las estrellas del cielo o las arenas del desierto.

Anibal Gomez Sutúl Naré

lunes, 11 de febrero de 2008

Editorial ''Lo milagroso''

Cuando ‘’Lo milagroso’’ tiene la forma de lo cotidiano desaparece como tal.

Como dijo un maestro “lo que no conozco no existe para mí”, así el milagro que no es visto es ignorado, o peor, negada su existencia. Si nos detenemos a pensar un momento en este detalle, se nos hace imposible negar la existencia de los milagros a diario, ¿cuántos de estos ocurren todo el tiempo alrededor de uno sin que uno siquiera lo sospeche?

Así como el pez es la peor fuente de información acerca del agua, ya que ignora su existencia por estar inmerso en ella desde el primer momento de vida, nosotros ignoramos la existencia del milagro por la misma razón.

El milagro como lo conocemos a diario, hace referencia al milagro que es visto o reconocido y no al otro, al milagro que es ignorado o no percibido.

Vivimos en una constante de milagros que ocurren alrededor nuestro y que raramente son observados, tal vez porque creemos que los milagros tienen que tener una forma, o al menos un espíritu determinado, tal vez porque solo consideramos milagros a aquellas cosas que tienen una magnitud determinada, dejando fuera de la categoría quien sabe cuantos de ellos.

Sujeto a leyes particulares y con mecánicas particulares “El milagro” nos sorprende más a diario por sus mínimas expresiones, que por un despliegue oneroso y cinematográfico.

Una vez más, la pérdida de la condición original, de ese estado de pureza con el que venimos a la vida, y que es eje durante la niñez, es responsable de una situación que con el tiempo nos condena a la pérdida de ‘’El milagro’’ o “Lo milagroso”, no porque estos dejen en realidad de ocurrir, sino porque son dejados de percibirse, es la imposibilidad que determina la realidad del adulto lo que lo está condicionando, sin siquiera sospechar que esto podría ser de otra manera en el momento mismo que él permita que la realidad sea diferente. Son tantos los acuerdos que uno validó sin cuestionar acerca de lo que es posible y que no, que hoy cuesta pensar de otra forma.

Tal vez podríamos decir que una persona se encuentra en la adultez cuando ha perdido ese estado original o raíz. Está perdida, en general bien vista como señal de madurez, es el principio de una vida de cosas concretas que terminan por hacernos perder “la posibilidad”, y es así que los milagros, que estuvieron pasando todo el tiempo dejan de ser percibidos.

Uno podría preguntarse cuál es el problema, si uno solo espera un milagro cuando las cosas están realmente mal, pero sin llegar a esos extremos, lo peor de esta situación es que se pierde esa frescura y esa alegría que nos daba el estar insertos en un mudo mágico y lleno de posibilidades, un mundo menospreciado por el adulto en general, y visto como divertido, pero irreal, un mundo que tiene la capacidad de devolvernos cierta suavidad para vivir, cierta alegría y cierto agradecimiento.

Es necesario una vez más entrar en la condición de ‘’Lo Milagroso’’. Recuperar este estado sin detenernos a discutir si es de condición religiosa, producto de la ley de atracción, o cualquier otra visión que uno quiera elegir como modelo de creencia, teniendo en cuenta que ‘’El milagro” es de hecho mas allá de las creencias y los dogmas.

Debemos desandar el camino hacia el estado de Raíz, reencontrarnos amorosamente con lo que fuimos, que espera impaciente a que lo llamen a jugar, en algún lugar de nuestra consciencia más profunda, y comprender que forma tiene el juego hoy para nosotros, esta será la tarea que le toca a cada uno.

Anibal Gomez(Sutúl Naré)

lunes, 4 de febrero de 2008

Encuentros con el Guia ''3''

El Camino

El guía me despertó en la madrugada, apoyó su mano firmemente en mi hombro y en vos baja como para no despertar al resto me dijo que me pusiera calzado para caminar y me pidió que lo siguiera.

Era una noche fresca, pero sin dudas cuando el sol saliera se iba a hacer sentir, el verano estaba en su apogeo y el calor dificultaba las actividades, por eso salimos antes de el amanecer, íbamos en busca de unas plantas medicinales que se habían terminado y formaban parte del botiquín permanente del lugar, y que al parecer crecían muy retirado en el bosque.

Caminamos tanto y tan rápido que se me hacía difícil seguir sus pasos, la espesura del lugar y la oscuridad todavía reinante imposibilitaban la orientación a partir de referencias geográficas, pero el guía parecía conocer muy bien el lugar, o se orientaba muy bien de alguna manera. Lo curioso es que caminaba con una fluidez y firmeza que yo con muchos años menos que el no lograba.

-No veo el camino comenté, casi a modo de protesta.

-¡que bueno! Exclamó, creo que el viaje ya valió la pena.

-¿pero que es lo bueno? Pegunté, molesto mientras tropezaba con una raíz y perdía el equilibrio.

-Siempre me da alegría que alguien reconozca su situación, y que no veas el camino y puedas reconocerlo te da una oportunidad de seguir.

La luz de afuera es la misma para ti que para mí, pero no te has preguntado ¿por que veo por donde voy y tu no? hay algo en mi interior que me permite ver cual es el camino que en ti no esta, y no puede seguir siendo así por más tiempo.

La luz que alumbra el camino es la misma para todos, pero algunos no ven mas que oscuridad.

-¿Es mi ignorancia? Pregunté mientras trataba de seguir los pasos del anciano.

-No tanto la ignorancia, como la falta de indagación de los propios contenidos. La ignorancia es un estado original, pero la falta de indagación es casi un pecado.

Ambos nos callamos, caminamos en silencio por horas, mis pensamientos se ordenaban a cada paso, yo siempre lo disfrutaba, era de esas cosas que a diario extrañaba en la ciudad, el caminar con los sentidos, viendo, escuchando, oliendo, sintiendo, todo el ser impregnado de sensaciones tan maravillosas y sencillas acallando de tal forma el pensamiento, que ya no había ni siquiera un diálogo interno.

Nos detuvimos un momento. El guía se agachó y bebió agua de una planta con forma de nido y me hizo señas de que lo imitara.

- Cuidado con las espinas- comentó.

El agua para mi sorpresa estaba fría y sabía bien. Se quedó agachado y me invitó a sentar a su lado. Los dos nos quedamos viendo las bifurcaciones del camino por seguir, y después de un rato habló así:

- ¿Ves un camino, o ves muchos?

- Veo muchos, respondí, sabiendo que sus preguntas tenían más de una intención.

- Muchas son las posibilidades, pero camino es sólo aquel que tú pisas, dijo categórico mientras se ajustaba los cordones del calzado, y se sentaba cruzando las piernas.

-¿Puedo elegir cualquiera? Pregunté mientras trataba de adivinar cual sería el camino a seguir. -¡Cuidado con la senda por la que te alejas del camino! Exclamo con tono de advertencia. -¿Cómo sé cual elegir? Le pregunté, entusiasmado por saber.

-La pregunta no es ¿cómo? Sino ¿con qué?

-Pero ¿acaso hay alguna otra forma que no sea con sentido común? Pregunté casi retórico.

-El que tiene sentido, tiene dirección, pero ahora dime, e hizo una pausa antes de seguir y asegurarse de que captaba toda mi atención ¿cuando eliges un amor, lo haces por sentido común?

-¿El amor se elige maestro?

-¿El camino se elige, mi amigo?

-Si, respondí.

-Ahora que llegamos -como en un camino circular- al principio, la pregunta se repite a sí misma y ésta es ¿con que? no ¿Cómo? dijo el maestro.

-¿Para elegir un camino, uno no debe saber primero dónde quiere llegar?, interrogué ansioso.

-¿Qué te hace pensar que los caminos llegan a alguna parte? Me respondió, sabiendo que sonaba obvio.

-Entonces ¿por qué son caminos?

-Por eso, porque son para andarlos, replicó el guía ¿O acaso el destino es la razón del camino? ¿O lo son tus pasos?

-Entonces maestro, ¿Para qué son los caminos, si no conducen a ninguna parte?

-El camino no es llegar, el camino es ir, pero si no tienes con que, ni vas ni llegas.

-¿Con qué, sino es con sentido común?, pregunté intrigado.

-El sentido común del que tú hablas, es la razón de la mente, y sería bueno comprender a ésta hora, que el corazón es el sentido común del espíritu, entonces la respuesta es: con corazón, mi amigo, con corazón.

Reanudamos la marcha en silencio y no nos detendríamos hasta llegar al sitio indicado. Bajamos por una senda empinada a orillas de un caudaloso río, y aunque todavía el camino no era totalmente claro, no sentí temor, era seguro que la luz no tardaría en llegar.

Anibal Gomez “Sutul Naré”