Para la mayoría de las personas que conozco, la meditación es una práctica que encierra secretos inaccesibles, y técnicas complejas que requieren de una maestría solo posible de alcanzar con años de dedicación, cambios de hábitos físicos, dolorosas e incomodas posiciones sin las cuales sería imposible lograr tal o cual estado, y en algunos casos más, hasta la idea de dogmas estrictos y excluyentes.
Y si bien esta idea se apoya en la información que nos ha llegado, esto de ninguna manera es el único camino para explorar en los terrenos de la meditación y sus beneficios.
Sea que uno elija una postura estática o una forma de meditación en movimiento, sea que se persiga la ausencia total de pensamiento o el control del stress, la meditación al igual que la mayoría de las cosas es más una intención que una técnica.
Si bien es cierto que en las condiciones ideales -de tiempo y de lugar- la práctica de la meditación puede convertirse en una disciplina en sí misma, no es requerimiento excluyente el que dichas condiciones no se den para poder observar la práctica de la meditación como forma de indagación y esclarecimiento cotidiano, por el contrario, en estos momentos del mundo, y con el ritmo deshumanizante que la vida nos plantea para poder estar a la altura de las necesidades, es más imperioso que nunca encontrar las herramientas –cuanto más sencillas mejor- para poder detener la vorágine diaria y crear espacios, como pequeños pasajes por donde cruzar a otras realidades, con tiempos saludables y cadencias de existencias sencillas y relajadas.
Las distintas realidades que existen en nuestro interior se reflejan en el espejo del mundo, y estos reflejos pueden ser esclarecidos y revelados a través de la analogía y la metáfora, con solo el mirar correcto y la pregunta activa.
Profundizando en la pregunta y convirtiéndola en vía de conocimiento podemos acercarnos a una meditación reveladora de contenidos y momentos.
Si tomamos cualquier situación cotidiana, podemos abrir estos pasajes a través de las analogías que pueden surgir de cada hecho, y haciendo una extrapolación, ocupar distintos roles dentro de la escena, y en cada uno de estos roles podemos descubrir infinitos caminos hacia nuestras realidades. Valerse de la pregunta desde los diferentes lugares de la escena, y encontrar en la respuesta y en la propia analogía, metáforas de la existencia, realidades internas reflejadas en el espejo del mundo.
Aníbal Gómez (Sutúl Naré)