UN ESPACIO PARA COMPARTIR EL PENSAMIENTO Y GENERAR VINCULOS DESDE LA REFLEXION ACTIVA A TRAVES DE LA LECTURA DE TEXTOS DEL AUTOR Y SUS IDEAS.

domingo, 27 de abril de 2008

Editorial "Actitud meditativa''

Para la mayoría de las personas que conozco, la meditación es una práctica que encierra secretos inaccesibles, y técnicas complejas que requieren de una maestría solo posible de alcanzar con años de dedicación, cambios de hábitos físicos, dolorosas e incomodas posiciones sin las cuales sería imposible lograr tal o cual estado, y en algunos casos más, hasta la idea de dogmas estrictos y excluyentes.

Y si bien esta idea se apoya en la información que nos ha llegado, esto de ninguna manera es el único camino para explorar en los terrenos de la meditación y sus beneficios.

Sea que uno elija una postura estática o una forma de meditación en movimiento, sea que se persiga la ausencia total de pensamiento o el control del stress, la meditación al igual que la mayoría de las cosas es más una intención que una técnica.

Si bien es cierto que en las condiciones ideales -de tiempo y de lugar- la práctica de la meditación puede convertirse en una disciplina en sí misma, no es requerimiento excluyente el que dichas condiciones no se den para poder observar la práctica de la meditación como forma de indagación y esclarecimiento cotidiano, por el contrario, en estos momentos del mundo, y con el ritmo deshumanizante que la vida nos plantea para poder estar a la altura de las necesidades, es más imperioso que nunca encontrar las herramientas –cuanto más sencillas mejor- para poder detener la vorágine diaria y crear espacios, como pequeños pasajes por donde cruzar a otras realidades, con tiempos saludables y cadencias de existencias sencillas y relajadas.

Las distintas realidades que existen en nuestro interior se reflejan en el espejo del mundo, y estos reflejos pueden ser esclarecidos y revelados a través de la analogía y la metáfora, con solo el mirar correcto y la pregunta activa.

Profundizando en la pregunta y convirtiéndola en vía de conocimiento podemos acercarnos a una meditación reveladora de contenidos y momentos.

Si tomamos cualquier situación cotidiana, podemos abrir estos pasajes a través de las analogías que pueden surgir de cada hecho, y haciendo una extrapolación, ocupar distintos roles dentro de la escena, y en cada uno de estos roles podemos descubrir infinitos caminos hacia nuestras realidades. Valerse de la pregunta desde los diferentes lugares de la escena, y encontrar en la respuesta y en la propia analogía, metáforas de la existencia, realidades internas reflejadas en el espejo del mundo.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

jueves, 24 de abril de 2008

Encuentros con el guía

‘’De los maestros y discípulos’’

-Maestros hay muchos, lo que falta son buenos discípulos, dijo con voz enérgica el guía dando inicio de esa manera a la nueva jornada.

La mañana había transcurrido entre algunas prácticas psicofísicas y los trabajos en la granja, como era común en esa época del año, y era la primera vez que hablaba con nosotros a pesar de haber compartido las tareas a la par nuestra. El comentario hirió algunas susceptibilidades, y era claro, conociéndolo, que eso esperaba, y conociendo la intensidad con la que se dedicaba a nosotros sabíamos que este comentario era el principio de lo que más tarde se convertiría en la columna vertebral del día. El anzuelo había sido echado y algunos peces empezaban a morder.

-Pero maestro ¿cómo dice esto? protestó uno de los presentes. Si no hay nada mas difícil que dar con uno, y como si esto no fuera suficiente inconveniente, que lo acepten a uno como discípulo es una tarea tan difícil que ocupa capítulos en la historia del conocimiento.

El guía, que se hallaba sentado en el piso, contestó al muchacho que hablaba por varios de los que allí estábamos.

-Que el día de hoy nos sirva para comprender que es tan importante aprender como cuestionar saludablemente eso que se aprendió ¿estamos dispuestos el día de hoy, recalcó, a comprender que maestro y discípulo son sólo cualidades y momentos circunstanciales en el tiempo en relación a las actitudes que uno tiene frente a las cosas? ¿no es acaso el discípulo una intención, así como lo es también el maestro?

¿No sería bueno terminar de una buena vez con la actitud del niño que se prende a la teta, asumiendo que es lo único que puede hacer, y empezar a tener una actitud activa ante la enseñanza?

Ser discípulo es una cualidad tal que convierte a la vida y sus sucesos en un maestro accesible y de tiempo completo, y es solo cuestión de tiempo que lo aprendido se haga carne y los roles cambien.

Lograr la cualidad del discípulo es más importante que encontrar un maestro, porque se puede hallar al guía pero sin esta cualidad no habrá progreso.

Cuando se habla de conocimiento, se habla de libertad, ¿pero qué clase de libertad hay en la dependencia permanente del aprendiz pasivo?

Uno de los jóvenes le preguntó:

- ¿Entonces qué nos enseñas?

A lo que él respondió:

-No es que, sino como.

Cada uno de nosotros puede seguir esperando a que se nos dé o puede ir por lo que es por derecho. En este tiempo debemos comprender el como, con más urgencia que cualquier otra cosa, porque de nada servirá la información si no sabemos como convertirla en conocimiento.

El guía se giró hacia el parque y señalando el bosque preguntó:

- ¿Que ven allí?, nos acercamos en torno a él y nos llamó la atención acerca de unas hojas que se arremolinaban con el viento, -¿qué ven? preguntó insistentemente.

Y alguien respondió:

-Veo unas hojas volando con el viento.

A lo que el maestro agregó:

- Ese es el punto. Algo puede ser muy simple, y a la mirada de quien espera que todo le sea dado no habrá nada más por ver que el simple hecho, unas hojas volando con el viento. ¿Pero cómo cambia esto ante la mirada de aquel que se sumerge con intención en lo profundo de las cosas, y para el que todo se convierte en un maestro?

Entonces un hombre de esta naturaleza al ver este simple hecho podría preguntarse ¿ésta hoja vuela en brazos del viento y conoce un mundo, pero es la voluntad del viento o la de la hoja? ¿Acaso yo seré como esta hoja, que creo que hago, cuando en realidad sucedo? es tal vez que el destino del hombre sea el de ser sólo una hoja en el viento?

Entonces este hombre podría también preguntarse ¿y si dejase de ser la hoja y fuera el viento, qué clase de viento sería, sería un viento sin sentido, soplando ahora en una dirección ahora en otra, o sería capaz de arremolinar las hojas en torno de mí para guiarlas a un destino mejor?

Más allá, continuó el guía, el sol del verano quema una parte del prado y se ha de lamentar algunas pérdidas, aunque es cuestión de tiempo que éste se renueve ¿Pero qué ve éste hombre?

En la laguna un pájaro cae en picada sobre un pez que nadaba en lo profundo, ¿Pero qué ve este hombre?

En otro momento la nieve se acumula sobre la rama de los pinos, pero cuando estos ya no la pueden soportar arquean sus ramas y se liberan del peso, renovando su capacidad, ¿pero qué ve este hombre?

Cuando cambiamos la forma de mirar, y lo que nos rodea se convierte en maestro, lo simple se profundiza y se re-signan los hechos y sus valores.

Ahora que las hojas caen y el viento sopla,

Ahora que el sol quema y el prado se renueva,

Ahora que el pájaro pesca en lo profundo,

Ahora que la nieve cae y los pinos ceden,

¿Qué clase de hombres queremos ser?

¿Cómo vamos a ver?

El guía caminó unos pasos y antes de alejarse definitivamente del grupo repitió:

-Maestros hay muchos, lo que faltan son buenos discípulos.

Anibal Gómez “Sutúl Naré”

sábado, 19 de abril de 2008

Editorial "Mirada Natural"

Las primeras hojas víctimas del otoño descansan en las veredas, le seguirán las otras hasta que ya no quede ninguna en la rama. Como pocas, esta estación es puente entre el calor del verano que invita a la exteriorización de los sentidos y la dispersión, y el frío del invierno que tiende a sumergirnos en la más profunda de las introspecciones. La naturaleza poco generosa en cantidad en esta ciudad, no lo es en analogías de la existencia y reflejos de los momentos de cada uno de los que recorren sus calles, y pueden, de mediar una actitud de indagación, descubrir muy fácilmente como el otoño nos propone una dirección en el trabajo interno.

Este trabajo interno plantea entre otras cosas la posibilidad de cambios y mejoras en las trabas cotidianas, y nos aporta herramientas que facilitan la tarea de observarnos, y esclarecernos. Comprendiendo que sin esta observación y este esclarecimiento conscientes, difícilmente algo se modifique.

Planteado así, sería muy bueno…

Acompañar los ritmos del año, encontrando la resonancia simpática del momento a través de una mirada interrogativa, verse en la hoja y el árbol, y aprender a preguntarse por el estado propio.

Que se desnude la rama, que quede a la vista el argumento, poder lucir despreocupados el tronco con sus imperfecciones, tener una mirada interna que sea como una savia yendo hacia el centro y bajando a la raíz para afirmar la presencia del ser en un estado de claridad y pura consciencia.

Asumir lo impermanente, lo perecedero con la alegría de lo que se renueva. Observar las formas y los contenidos y poder soltar todo lo que no sea escencial, desapegarse amorosamente de lo hecho sin tomarse más tiempo que el que tarda una hoja en caer o el viento en llevársela.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

lunes, 14 de abril de 2008

El relato ''Retorno a la inocencia''

De pequeño trató de entender como era posible que los demás no vieran los increíbles mundos que descubría en las más pequeñas cosas. Un infinito universo microscópico aparecía por doquier ante sus pequeños ojos, que se acercaban más y más y conseguían ver un planeta en un grano de arena y un océano en una gota de agua.

Con los mismos pequeños ojos veía hacia arriba para encontrar en ocasiones a esos gigantes que movían la cabeza de un lado a otro, riéndose y diciendo que no podía ser .Pero él seguía acercándose tanto a las cosas que todo lo demás terminaba por desaparecer, incluso algunas veces él mismo desaparecía haciéndose uno con el todo, y viajaba así a dimensiones ocultas para los gigantes, que a pesar de todo se las ingeniaban para hallarlo volando en las alas de una libélula o durmiendo la siesta bajo una brizna de pasto.

Esto no lo preocupaba demasiado porque sabía que podía escapar cuando quisiera por cualquier rendija, sabiendo que el mundo de los gigantes estaba lleno de agujeros que no sabían como tapar, o tal vez era que los gigantes veían todo así por su tamaño, por estar muy lejos de las cosas, y fue así que se le ocurrió que si se acercaban o mejor si se arrodillaban, tal vez iban a descubrir la verdadera dimensión de estas.

Una mañana al levantarse la sorpresa lo mareo igual que la distancia que lo separaba de su mundo, él mismo se había convertido en un gigante, y el nuevo mundo que ahora percibía lo llevaría lejos por caminos de aventuras, de promesas y de olvidos.

Para cuando regresó todo estaba muy cambiado, tan cambiado, de sus planetas de arena solo quedó el polvo,

De sus océanos en gotas se evaporó toda la vida,

Y ni siquiera los gigantes a los que terminó por amar se encontraban ahí, solo su mundo lleno de agujeros por los cuales ya no podía escapar.

De grande trató de entender como era posible que él no viera, y recordó que a lo mejor los gigantes veían todo así por su tamaño, por estar muy lejos de las cosas, y que si se acercaba, o mejor si se arrodillaba, tal vez iba a descubrir la verdadera dimensión de estas.

Entonces fue así que descubrió todos sus agujeros, pudo volver a viajar en las alas de una libélula y algunas veces, solo algunas veces cuando se hallaba muy cansado se tendía a dormir una reparadora siesta bajo una brizna de pasto.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

sábado, 12 de abril de 2008

Editorial ''Salirse del tiempo''

Salí a correr como casi todas las noches desde hace meses, y por alguna razón vino a mí el recuerdo de cuando siendo un niño salía a la calle en el barrio donde vivía y por gusto, y solo por gusto corría a toda velocidad, hasta donde se me ocurriera cada vez. El recuerdo se hizo sensación en el presente, y esa sensación de no perseguir ninguna meta de hacerlo porque si, fue realmente refrescante, se me alargó el paso, se me alivianó el peso, y pronto sentí el viento en la cara producto de la velocidad que llevaba, la sensación, ahora física, me instaló una sonrisa en el rostro que hasta entonces tenía el gesto del ‘’tener que’’.

Desde entonces veo la necesidad de volver a esos lugares, a crear espacios en el día, que nos saquen del ritmo que traemos, como pequeñas rendijas por las que espiar a otras realidades. Darnos permiso para que algo diferente pueda ser, recuperar esa capacidad perdida, olvidada en algún desván de la memoria, entre las cosas de ser niño que uno supo tener. Dirigir la intención hacia esa habilidad de transformar escalas, dimensiones y tiempos, y así dejar que una brisa renovada nos oxigene las ganas.

Esta posibilidad de salirnos de a ratos del tiempo y el pulso del día, nos abre un juego que es herramienta prodigiosa y auxilio cotidiano.

Estas cualidades del ‘’niño’’ deben ser exploradas desde nuestro lugar como una habilidad para salirse del tiempo cíclico y entrar así en el tiempo sincrónico, el tiempo verdadero.

Evocar, no por la imitación, sino apelando a los distintos cursos de memorias, esos recuerdos que han dejado una huella imborrable en nuestro ser, esos momentos en los que nos sumergíamos en mundos mágicos, y nos convertíamos. Esta evocación puede tener el poder de activar esas memorias y permitirnos recrear ese sabor en las situaciones que elijamos, y transportarnos instantáneamente a estados de ser y estar, tan complejos y completos que incluyen lo celular y lo químico.

La evocación de estas memorias no debe estar dirigida a copiar las acciones en sus contenidos sino más bien al proceso, que puede fácilmente ser adaptado a nuestra situación actual.

domingo, 6 de abril de 2008

Ser en el centro "8"

La contradicción nos impide avanzar en nuestra evolución personal, y sostenida en el tiempo termina por enfermarnos, así como la coherencia es cohesión, la contradicción es dispersión, y esta dispersión afecta al ser en su totalidad desde la psique hasta la célula.

Son los actos de unidad los que remedian esto, tener actos unitivos -como acciones claramente coherentes- armoniza la acción y la conciencia y nos da cohesión interna. Y es en esta cohesión, como fuerza que reintegra que descansa la unidad del ser y su equilibrio.

Cuando acción y conciencia son una, la contradicción es liberada y sus efectos disociativos desaparecen.

Habiendo entrado en el estado de aceptación y percibido la unidad inmanente de todas las cosas.

Habiendo liberado la contradicción y sus antagonismos,

Habiendo comprendido la necesidad de los actos unitivos y armonizado así, la acción con la conciencia, la vida se esclarece y esta se torna relajada y fluida.

Con esta nueva dirección en la actitud, los sucesos y las cosas dejan de estar aislados, se puede percibir como infinitos hilos unen a la totalidad y a uno con ella.

La percepción fragmentada empieza a quedar al descubierto y se sospecha una ilusión de la mente a través de los sentidos, uno empieza a sentirse –como un hecho- ligado a un todo coherente.

Esto es tan así que, aunque se vea con los ojos de la física moderna o de la mística antigua, las conclusiones son las mismas.

El universo del que somos parte esta tan ligado que hasta el aleteo de una mariposa es sentido por el resto. Solo el hombre con su miopía no ve más allá de su pequeño mundo y se piensa separado del resto.

Este estado de unidad inmanente resignifica la existencia y la visión que se tiene de ella.

Como consecuencia de este nuevo significado la conciencia se expande y se tranquiliza el alma.

Anibal Gómez Sutúl Naré