UN ESPACIO PARA COMPARTIR EL PENSAMIENTO Y GENERAR VINCULOS DESDE LA REFLEXION ACTIVA A TRAVES DE LA LECTURA DE TEXTOS DEL AUTOR Y SUS IDEAS.

lunes, 26 de mayo de 2008

Editorial ''trascender la técnica''

Trascender la técnica

Lo que está vivo es único, no solo como condición de ser, sino único de momento como condición de estar. Desde esta idea, cualquier actividad que uno realice de la que se espere cierto grado de arte, debe comprender que no se puede esperar que lo vivo, como forma de expresión este sujeto a la técnica, sino mas bien debería trascenderla.

En tal sentido la técnica, es un recurso y un momento en el arte de expresar lo vivo, que se renueva o se reinventa cada vez, y donde la técnica no puede por sí misma alcanzar el logro, cuando esto ocurre, hay artificio con pretensión de arte.

En ocasión de ver el último seminario de Sensei Hueshiva Morihei, fundador del Aikido, siendo este ya un hombre muy anciano, dio a mi entender una lección mal entendida por los allí presentes. En esa ocasión cada vez que ejecutaba una técnica preguntaba cómo se llamaba lo que estaba haciendo, como si no recordara el nombre de lo que él creó, y por lo bajo la gente rumoreaba que viejo está y cosas por el estilo. A mí se me ocurrió que tal vez, el brillo resplandeciente de sus ojos al mirar a los discípulos se debía a lo que decía sin palabras…estoy más allá de mi propia creación, porque lo que está vivo es único e irrepetible y ni siquiera puede ser nombrado, Cada vez que lo hago es nuevo, siendo así nunca antes lo hice.

Volviendo a la idea, creo sería bueno revisar el concepto de técnica, y pensar que, para nacer al arte sin artificio uno debe trascender la técnica, al menos la técnica sin intención y vacía de corazón.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

lunes, 19 de mayo de 2008

Editorial ''De la propia rotez''

Como collages vivientes remendados, emparchados, nos paseamos por la vida haciendo gestos y adoptando posturas extrañas para que nadie lo note…pero lo cierto es, que estamos rotos.

Nuestra rotez nos avergüenza, por lo tanto la ocultamos desesperadamente, para que nadie la descubra y para que nosotros a fuerza de negarlo, terminemos por no verla. Acá empieza el punto en donde nos alejamos esencialmente de los otros, sobre todo de aquellos que están rotos en el mismo lugar que uno, y nos recuerdan con su sola presencia lo que no estamos integrando. Ni siquiera hablo de cambiar nada sencillamente de aceptar nuestra imperfección sin más pretensión que la de estar como uno está -al menos de momento- roto, ni más ni menos roto que otro, que cualquiera.

Si hiciéramos esto, aceptar nuestra rotez relajada y libremente, descubriríamos -lo puedo asegurar- una paz inusual, como una respiración profunda de esas que se hacen al suspirar y que inundan el ser de ánimos y frescura.

Si dejásemos de gastar tanta energía en tratar de ser lo que los demás quieren que seamos, o mejor aún, si tratásemos de dejar de ser eso que queremos ser para nosotros mismos y nunca, sin importar que hagamos llegamos a ser, el paso por nuestra vida sería liviano y pleno, sin necesidad de que nada de lo que está siendo hoy cambie.

La sencillez de este hecho no debe restarle valor a la idea, que tiene esta cualidad paradojal de ser simple y profunda. No restarle valor para no desperdiciar la oportunidad, y cuanto antes mejor de descubrirnos plácidamente rotos, sin que esto degrade la calidad de lo que somos, poder comprender que estamos rotos pero no somos rotos.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

viernes, 16 de mayo de 2008

Relato ''Pequeño ensayo sobre la vida y la muerte''

El que nace a este mundo muere a lo que era, el que muere a este mundo nace a lo que debe ser, sin más tristeza que por la separación tomaba a la muerte como parte de la vida.

Llamaba a la vida la gran respiración, puesto que al nacer inhalamos y al morir exhalamos, y nombraba como vivir a todo lo que ocurría con cada una de las incontables respiraciones que quedaban en el medio.

Decía estar seguro de que la”gran respiración” Era solo una de las incontables respiraciones que quedaban en el medio entre el nacimiento y la muerte de una existencia aun mayor.

Pensaba que la vida y la muerte se parecían más de lo que uno se imaginaba ya que el que mira en una dirección pierde de vista la mitad del mundo que queda a su espalda.

Que la linealidad de las cosas había sido elegida para tranquilidad de los hombres por los propios hombres, y que todo lo que no era así, lineal, quedaba fuera de esta realidad tan conveniente y los acosaba como dudas existenciales en cada punto débil del sistema.

Aseguraba que estos puntos débiles del sistema eran los sitios donde se habían mutilado las ene dimensiones de la posibilidad y la existencia.

Creía que para tener una vida eterna había que cuidar de las muertes a diario, de esas que uno tiene con cada exhalación, y que uno debía preguntarse ¿si esta fuera la última de las incontables respiraciones a las que llamo vivir, estaría conforme con lo hecho lo dicho y lo sentido?

Por cuidar de las muertes a diario, no podía evitar vivir cada segundo como si fuera el último, ya que decía desde siempre que había dos cosas que nunca se perdonaría, no ser fiel a sí mismo y morir después de un pensamiento o acción mediocres.

Esto le confería una poderosa energía en cada acto, capaz de convertir lo más simple y cotidiano en una ofrenda a la vida, plena de significado y conciencia.

Aseguraba que quien vive sin la angustia y el temor a la muerte convierte a la más grande de las contradicciones en paradoja conciliada, y todo su ser se impregna de una serena calma, de la que él era fiel reflejo y a la que llamaba estado de aceptación.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

viernes, 9 de mayo de 2008

Editorial ''Un buen día para morir''

Cierta vez alguien me dijo ``Lo peor que te va a pasar ya te paso… vas a morir``

Con el tiempo he llagado a creer que ``Lo peor`` no es saber que uno va a morir, sino vivir como si uno no lo supiera.

Ignorar este hecho diariamente nos quita el tope de escala, nos deja sin una referencia donde proyectar los hechos del día, entonces ocurre que todos los sucesos terminan estando más o menos al mismo nivel, y uno puede ver así a algunas personas complicándose por cosas que de haber tenido en la esfera de lo consciente el hecho de que, vamos a morir, seguramente hubieran soltado la situación con mucha mas rapidez y livianamente.

En ningún momento sugiero la idea de ser conscientes de nuestra muerte a diario desde el lugar del lamento o desde la justificación, tampoco lo hago para poder sentir pena de si libremente, por el contrario, la aceptación del hecho inexorable sin autocompasión ni justificaciones para no hacer, nos deja en libertad para disfrutar del presente y nos da una perspectiva a escala y en valores que de otra forma se diluye fácilmente en el ritmo deshumanizante en el que vivimos hoy.

Lo cierto es que uno pierde el tiempo porque cree que tiene tiempo para perder, y mas tarde el que termina perdido en el tiempo es uno. Esto en ninguna forma es una invitación al hacer compulsivo, al no tomarse el tiempo con cada cosa, sino a entrar en la consciencia de ese tiempo único e irrepetible, tan fugaz como nosotros y nuestra maravillosa existencia.

Aníbal Gómez (Sutùl Narè)

martes, 6 de mayo de 2008

Editorial ''El poder de una imagen''

El poder de una imagen

Si tan solo sospecháramos del poder que tiene en cualquiera de nosotros una imagen, sea cual sea esta, cuidaríamos celosamente de exponernos a ellas sin mediar algún tipo de cuidado, como forma de preservarnos del daño, o mínimamente de la influencia que pueden tener en nosotros.

Sea visual o auditiva, la imagen tiene la capacidad de generar estados químicos y anímicos que operan por sí mismos y de los cuales generalmente, no tenemos consciencia ni control. Una sola imagen puede disparar sensaciones, humores, cambios en el tono muscular, aumento o disminución del ritmo cardiaco, patologías que se hallaban estado larvado, cambios en el ritmo respiratorio y toda suerte de procesos más. Ahora acompáñenme con la imaginación y pregúntense cuantos beneficios podrían obtenerse del uso consciente de la imagen, dirigidas y puestas al servicio del bienestar y no en su contra.

Por esto sería muy bueno, por un lado filtrar las imágenes que nos llegan a diario, al menos las que dependen de nuestras elecciones, y por otro elegir alguna imagen que tenga la capacidad de disparar esas emociones y estados que estamos necesitando.

Bien sabido es en estos tiempos el riesgo de una mala alimentación, pero en esta idea de alimentos no se incluyen las impresiones, que son capaces, al igual que comida de mala calidad, de intoxicarnos o al menos generarnos algún malestar.

Para bien o para mal, las imágenes tienen un poder real, y de una profundidad que no iguala ninguna tecnología médica.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)