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domingo, 30 de marzo de 2008

Editorial "Perdidos"

Salí a caminar por las calles de esta gran ciudad y no encontré ninguna ermita de paja donde meditar, ninguna cumbre nevada que escalar para sentir mi propia insignificancia.

Caminé por horas y no hallé lugar en silencio que me permitiera escucharme, caminé hasta que se hizo de noche, pero no oscureció, las luces de mercurio lo alumbraban todo constantemente y no me permitían sentir el ritmo de la naturaleza reflejado en los momentos del día. Y fue así que me perdí, me perdí en los lugares comunes, no porque no encontrara como volver, sino porque no sabía cómo había llegado hasta allí.

Trate de respirar profundo hacia abajo, hacia la raíz para reencontrarme, pero el humo de los escapes de los autos ocupaba tanto del oxígeno que tuve temor de respirar hasta el final, consciente del daño.

Quise enraizar mi posición, sintiendo como mi energía se hacía una con la de la tierra a través de mis pies, pero no había tierra cerca, solo un río de cemento continuo, inalterable, estático.

Me perdí en la ciudad, contagiado del ritmo caprichoso y artificial, embriagado por la ausencia de lo escencial.

Lo cotidiano, urbano y poco amigable se hacía sentir y lo único que quedaba al descubierto era la propia necesidad de encontrar las herramientas, la disciplina o lo que fuese necesario para lograr la armonía que de ninguna forma tiene que venir desde fuera.

Así comprendí…

Que la ermita es un lugar en lo profundo de la mente, y que puede convertirse la acción diaria en meditación activa.

Que la cumbre que se asciende es la consciencia de ser, y es descubrirnos en ella, la que nos da la escala de nuestra insignificancia.

Que el silencio, no es la ausencia de ruido, si no la ausencia de diálogo interno torturante.

Y también descubrí…

Que los ritmos del día se pueden hallar dentro, en la respiración y el movimiento tan solo dedicándoles un poco de observación.

Que solo está perdido el que no se busca.

Por esto es necesario crear…

Un compromiso a diario con la propia realidad.

Una intención de no dejarse arrastrar por la demencia colectiva.

Es necesario que nos salgamos del tiempo por un momento en el día, que dejemos de pertenecer al mundo para estar en él solamente, que recurramos a tanta herramienta, recurso y conocimiento que nos llega desde siempre.

Aníbal Gómez (Sutúl Naré)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que cómplice se me vuelve el mundo cuando me acerca este tipo de coincidencias! Justamente hoy le comentaba a un amigo una frase que escuché y que comparto: Es difícil ser espiritual y devoto aun en el templo de las montañas de Wudang, pero cuánto mas difícil es serlo en las “montañas de cemento”… Mi amigo quiere cambiar algo de sí; mejorar… siempre y cuando las condiciones del entorno le sean favorables. Es inmenso el esfuerzo de desligarse de las estructuras que nos sostuvieron tanto tiempo, puede ser cierto; pero de la misma manera en que descubriste que no querías caminar por dentro sino por sobre la ciudad, no crees en realidad que los cambios son, a pesar de lo complejo que suenen, tan simples como la voluntad cambiando nuestro punto de vista?
Vero

Sutúl Naré dijo...

Están los cambios que suceden y están los cambios que se hacen, es como ser un hombre balsa o un hombre bote, el primero deriva pero el segundo navega, uno es movido por las corrientes y así se da su cambio, el otro tiene timón, le imprime dirección y destino. Es cierto que los cambios son muy simples en si mismos,como tu bien dices, lo que no es simple para muchos es tener la voluntad.
La voluntad espera germinal en lo profundo del espíritu a que uno la desarrolle, al igual que los guerreros de Wudang desarrollaban sus artes sin artificios, en tal caso, a tu amigo le sería ventajoso aprovechar las malas condiciones para hacerse diestro.
Anibal (El Sutúl Naré)

Anónimo dijo...

Te visito Sutul Naré, y te visité ayer cuando “deje de pertenecer” y “solamente estuve” en el mundo como recomendaste practicar. En ese aparente estado de sencillez uno se descubre en el lugar donde uno realmente esta!!! Absurda observación, pero desconcertantemente reveladora… instante de iluminadora conciencia que pone a prueba la capacidad del navegante: desde ahora… “bote o balsa” “ a la deriva o con timón”? Es el momento preciso para corregir el rumbo… hacia especificamente donde? Me pregunto si el idealismo no es falta de madurez, una sumisión perturbadora a la benevolencia natural del oleaje… y si mi barco tiene timon? Seguro que me quede dormida…
Y entonces entré, para ver si de nuevo las causalidades estaban a la orden de mis elucubraciones, y porque simpatizo con las tuyas! Y es verdad, a veces las cosas pasan y otras las hacemos pasar…
Ayudas a alguien que quiero mucho y me alegra saber que tiene a alguien que piensa como vos, bien cerquita de el.
Un beso, Vero.

Sutúl Naré dijo...

Los comentarios se suceden como las olas,que no se sabe si nacen o mueren en la playa, por lo demas se dan de continuo sin importar donde empezó todo.
El bote no navega por que se someta al oleaje, sino porque encuentra el momento de moverse a favor, en tal caso no sería mejor hablar de aceptación en vez de sumisión?
Una aceptación libre y fluida del ser en relación a todo cuanto ocurre, sin fricción interna ni apretar de dientes.
Gracias,Sutúl.