Llegué olvidado de mí
Y las vastas arenas blanquearon mis memorias.
Subí la montaña
La inmensidad de su presencia redujo lo que estaba de más.
En tanto tiempo
Crucé desiertos, escale montañas
Y Nunca estuve más lejos de mí que cuando no me reconocía.
Por fin
El último sol se llevó mis ojos.
Y me devolvió la mirada interior que había perdido.
El último viento me susurró verdades innombrables
No menos ciertas que todas mis mentiras.
Pude ver lo que soy en tantos ojos
Y pude reconocerme en tantos juicios.
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1 comentario:
hermoso y profundo como siempre.
gracias, Anibal, por recordarme lo lejos que estoy de mi.
abrazo
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