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lunes, 10 de agosto de 2009

Diálogos con el maestro...

Alcanzamos la cima unos pocos minutos antes de que el sol despareciera detrás del horizonte y nos dejara una instantánea de arreboles rojos y promesas de nuevo día. El viejo maestro se veía rejuvenecido de alguna manera. Sus ojos centelleaban dorados espejando al astro, y su sonrisa podría haberlo humillado de haber tenido un tiempo más.
-Date prisa me dijo con emoción en la voz, que ya no nos quedan más soles para ver juntos mi joven amigo.
-¿Pero qué me dice? Protesté casi enojado por algo que los dos sabíamos era verdad.
-Me giró tomándome por los hombros, acercó su cara a la mía y me dijo - No perdamos lo que no tenemos. Te he traído hasta aquí para que veamos esto una última vez juntos. Para que sintamos este viento murmurándonos al oído. Sé que si respiras este momento, el poder de la imagen te acompañará por siempre y ese sol que ahora nos mira de frente te responderá a lo que necesites comprender.
-Cuando me di cuenta que lo dicho por el viejo era cierto y tomé consciencia de que ese instante sería único para mí, asentí con un gesto y en silencio me puse de frente ante el disco incandescente que bajaba veloz y decidido hacia la línea plana del horizonte. El hizo lo mismo, y juntos respiramos el ocaso hasta que este se nos metió en las células, nos tiñó la piel de un presente intemporal y nos impregno el alma.
Con la misma velocidad, pero con menos decisión, la obscuridad se apoderó del escenario, y dejó sentir los primeros fríos sobre nuestros rostros. Desde esas alturas pude ver como la noche avanzaba hacia nosotros desde lo más bajo, al pie de la montaña, y la negrura devoraba las formas.
Fue la luna que ahora dominaba las alturas y alumbraba fantasmagóricamente la montaña la que guió nuestros pasos hasta abajo. Mientras bajábamos le dije al anciano:
-Ahora que he llegado hasta aquí me he dado cuenta que no importa que desierto cruce, o que montaña ascienda, no me encontraré sino cruzo el abismo que me separa de mi mismo. El viaje real ha sido metáfora de mis ausencias, y busqué en las geografías, los caminos que siempre estaban dentro de mí. Pero ha sido cada paso dado en dos direcciones. Pisé los caminos con el alma, y exploré mi interior con el cuerpo. Y así descubrí que lo entendido se hace comprensión si se afirma en lo que uno es, en todos los niveles del ser.
Todo lo que he visto en este estado no ha sido más que un ensueño, y su belleza y su fealdad dependieron siempre de mi mirada interior, fue así que reconocí que yo no soy lo que veo, pero veo lo que soy.
Así me fui a buscar la verdad donde se decía que estaba, y me encontré con esos hombres y les pregunté. Fui donde los templos y las iglesias y les pregunté. Finalmente llegué hasta aquí, Y fue el sol el que me ayudo a comprender. El viento me susurró al oído y en una sola brisa, me dijo más verdades que todos los hombres santos que conocí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ahora entiendo "yo no soy lo que veo, pero veo lo que soy"!!!
muy amoroso...
gracias,
clau