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sábado, 10 de octubre de 2009

Editorial ''La vida no es un problema''

A muy temprana edad nos enseñan que la vida es algo que tenemos que resolver, quien sabe si esto pasa por que nuestros padres lo entendieron así, o porque fueron víctimas de víctimas. Ya en el colegio nos entrenan para resolver problemas, sin ver como la matriz orgánica de un modelo de pensamiento humano se gesta en una dirección que más tarde termina por ser el cauce por el que el río de la vida circula.
Esta impronta de pensamiento generalmente no es vista y mucho menos revisada. Todo lo que hacemos lo hacemos partiendo de este presupuesto, si a esto le sumamos el hecho de que nuestros meritos han sido premiados por ser efectivos resolviendo estos ‘’problemas’’ todo se autosustenta para seguir instalados en esta idea, y así con la complicidad social de nuestro lado profundizamos en un modelo negario y condenado a la frustración.
La falta de aceptación de los acontecimientos a diario que implica está visión, nos pone en la vereda de en frente de la fluidez y el libre tránsito por los distintos estados en los que la vida se enriquece y se torna vitalmente activa. Uno ve todo como un problema, hasta el amor termina siendo un problema, porque no ve más allá de su engrama cerebral, ve el río pero no el cauce. Y si bien es cierto que hay cosas que tienen que ser resueltas, estas pueden ser planteadas desde un lugar diferente. Tal vez el primer punto de choque con las situaciones que pasan, y que nos coloca frente a algo como un ‘’problema’’, sea la expectativa de cómo deberían ser las cosas. Hay una idea rígida acerca de lo que debe ser y esta rara vez coincide con la pretensión.
Lo que nos da la sensación de que nuestro enfoque es acertado, y acá lo común se confunde con lo que está bien, es esa complicidad social de la que hablo más arriba y en la que uno se apoya para seguir defendiendo el sin sentido de un punto de vista que a las claras nos hunde, en definitiva, cuando el barco naufraga y los restos de la nave se hacen pedazos sería señal de inteligencia básica, de supervivencia, aferrarse a algo que flote y no al ancla. En tales casos cualquier madero es mejor que nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias por enseniarme a vivir la vida y resolver las cosas sin concentrarme demasiado en ningun "problema" :)

dd

Blog dijo...

Parece que lo que necesitamos cuando se carece de equilibrio y de paz, esta siempre en la vereda de enfrente. Descansemos primeramente, por el hecho de que EXISTE una vereda opuesta, en todas las cosas…una vez que sepamos de QUE se trata, y COMO llegar, cada cual elegirá en donde quiere estar o pararse.
Si interpreto bien, decís que debido a la educación que recibimos, (esa que nos transmite subliminalmente –o no- cuál es el sentido de la vida y en la que participan no solo nuestros padres sino también el discurso social del momento y de la cultura) nos sumimos en un gran egoísmo que auto justifica el sentido de nuestra existencia, y cuando esta en juego la firmeza del suelo “de esta vereda”… caemos en un estado de temor a perder los parámetros aprendidos que consideramos únicos y certeros. Y es porque no podemos ver que existe otra cosa. A eso vos le decís “no ver el cause en el río” “la vereda de enfrente”. Yo creo también, que en realidad, no solo por creer que esos parámetros aprendidos son verdaderos y únicos es que tememos dejarlos (cuando por ejemplo no podemos dejar de justificarnos lo inútil de un cambio a pesar del sufrimiento que causa no hacerlo) también porque estos parámetros retroalimentan y defienden a ultranza el agigantado egoísmo que necesita de si mismo para seguir mintiéndonos y creyendo que ahí esta lo que importa: ELMISMO.
Aceptar los acontecimientos de la vida como son, requiere ausencia de temor; ausencia de temor a ceder el control… y es que solo tenemos UNA IDEA de nuestro control sobre las cosas (con excepción de algún ser extraordinario…); si podemos comprender esto, el temor ya no tiene sustento alguno… y la confianza en la vida se manifiesta y uno esta en paz. Uno puede elegir COMO vivir. Yo siempre pensé que para no perder había que aprender a soltar; y es muy difícil soltar “lo aprendido” pero si uno puede experimentar aunque sea una vez, que soltando un poquito, se libera de un lastre inmenso, alcanza para confiar y ver que el esfuerzo no es en vano.
Finalmente la vereda que parecía tan consistente en su discurso de cómo lograr la felicidad, tiene millones de obstáculos que entorpecen la fluidez con la que uno debiera vivir… con verdadera felicidad y liviandad.

Vos sos un puente-autospista. Ojala todos se animaran a cruzar.
Cariños!