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lunes, 13 de abril de 2009

Editorial ''Castillo de arena''

Este verano puede ver en la playa a un pequeño niño totalmente absorto y dedicado a la tarea de construir un castillo de arena. Podía apreciarse en su actitud, tal concentración que por un momento se me superpusieron imágenes de los Lamas haciendo sus mándalas con arena coloreada. Si tuvieron la ocasión de verlos trabajar en esto sabrán que al terminarlos, después de jornadas larguísimas para concluir el diseño los destruyen sin el más mínimo apego por su obra.
Pensaba si todo el trabajo de estos últimos, después de años de dedicación era para devolverles esa cualidad primigenia, ese estado de raíz, en que el niño habita naturalmente y que después la sociabilización termina por sepultar en las arenas, pero esta vez del olvido.
En el caso del niño tal vez, no tenga en cuenta que las olas, que a su ritmo se acercan hasta el, pronto terminarán por llevarse con ellas su creación. Pero de algo estoy seguro, durante todo el tiempo que construye, talla cada detalle con la misma convicción de que lo eterno para el hombre, es un pestañeo en los ojos entrecerrados del universo. El niño vive la eternidad del instante con el único estado de ser que lo hace posible, el desapego. Con el tiempo, deberá igual que el Lama trabajar duramente por recuperarlo, conciliar la paradoja de la dedicación y el desapego como vía para entrar en el presente, para volver al estado de raíz.
En el estado de raíz no hay antes ni después, se está con todo lo que se es, igual que un Lama colocando grano por grano en el diseño intrincado del mándala, trabajando como si su obra fuese a perdurar en alguna lugar mas allá de su memoria.
Cuando las olas arrastren su esfuerzo este descansará en las arenas del tiempo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Todavía estoy lejos del desapego. Pero algunas pocas veces llego a tocar la percepción de la eternidad del instante. Y son los instantes de la más profunda y enorme paz y felicidad...
Porque por un lado nada es permanente... y por el otro... cada instante es una eternidad. Por qué lamentarse entonces de la impermanencia en lugar de vivir mil eternidades?
dd

Sutúl Naré dijo...

Gracias Dasha,
La mas grande de las contradicciones del hombre es la de querer ser permanente en un mundo impermanente.
Cariños.

Anónimo dijo...

gracias a vos, Anibal.

abrazo
dd

Chime dijo...

Hola a todos. Yo estoy muy lejos del desapego. Estoy leyendo un libro que habla justamente de eso y de que queremos que todo sea permanente, eterno. El libro habla de un eterno presente. Ahora bien, queremos eternidadd porque el dolor de lo perdido es grande, entonces creo que lo que queremos es que todo sea para siempre, eterno. Y por eso nos aferramos a todas las cosas, tanto materiales o como afectivas. Que piensan?

Mercedes dijo...

Uno de los lastres mas pesados que llevo conmigo es el apego a cosas materiales, por ejemplo, piedras, cositas que voy acarreando por mi vida sin ningún valor real, que cuando las encuentro disparan algún recuerdo, ropa que ya no uso etc.
Muchas veces me propongo deshacerme de las cosas, pero hasta ahora no lo he logrado, ni siquiera la cantidad innumerable de mudanzas que tuve en mi vida pudieron con esto, es un habito que arrastro desde muy chiquita y soy conciente que esta es una de las causas de que cada mudanza me resulte mas dolorosa y pesada.
Tengo mucho que cambiar

Anónimo dijo...

este mundo es impermanente, sin dudas.... pero tambien creo que hay cosas que son permanentes dentro de esa impermanencia... una de esas cosas podria ser nuestro anhelo de ser cada dia mejores, de unificarnos, de integrarnos...
... y el amor tambien es permanente...
no?
beso, sanclau.

Sutúl Naré dijo...

Que bueno encontrarte ora vez por aca!!!
Preguntarse que se oculta detras del apego es buen ejercicio cuando la carga se hace pesada, sin olvidar que hay cantidad de cosas a las que seguimos apegados que ni siquiera se pueden embalar, invisibles trastos adheridos a nuestras creencias e ideas acerca de lo que somos o creemos ser...Gracias