Con los últimos minutos de luz de la jornada me siento y
escribo…Otro día de marcha por este desierto. Creo que estoy vivo y solo lo
creo porque hay algo más grande que yo a mí alrededor que ya no está fuera de
mi, me atraviesa, me erosiona el contorno como la arena que golpea en mi rostro
con la fuerza del viento y me quita las formas y los limites.
Con las dudas de seguir con vida un día más si no encuentro
agua desaparecen todas las demás y se
hace claro como funciona la ilusión a diario.
Aquí lo indescriptible define los paisajes y mi pluma no
encuentra las palabras que los abarquen, que los atrapen en una eternidad sin
tiempo. Descubro la trampa –una vez más- de querer seguir poseyendo aunque más
no sea con la mirada y reconozco la pretensión oculta detrás de este hecho. No
es la inocente escusa de recordar este lugar, es solo la inercia de lo que he
aprendido. Avalar la continuidad que enmascara el temor de descubrir la verdad
de una realidad que se da forma solo en mi mente y se reafirma en mi dialogo
silencioso. Solo esto es lo que impide.
Hay algo de paradoja en este desierto, que cambia, se mueve,
se transforma y es eterno en su presente y su presencia. Hay algo de metáfora
en el, que es como la consciencia despierta que habita en un presente continuo
que eterniza el segundo y a la vez lo renueva sin cesar.
Paisajes eternos mientras duran…Casi con culpa los guardo en
mi memoria y me justifico de incapaz por no poder plasmar estas imágenes. Es
raro ver eternidades cambiando de a segundos.
Miro a mí alrededor y veo… Solo la belleza y el silencio de
este lugar son más grandes que mi cansancio y me arrebatan de toda la miseria.
Veo en mí la finitud, lo pequeño, lo fragmentado, lo polar y
descubro tembloroso que es solo un reflejo de la pequeña mente que aquí no
encuentra espejo. Descubro, que no hay reflejo que me devuelva la mirada y se
me hace evidente haberme vaciado más no ser vacío.
Ahora la luna es una promesa y las primeras estrellas se
insinúan a despecho del sol que parece tener tanta certeza, yo no la tengo.
Un viento arrachado me castiga la piel con granos de arena
que se sienten helados, pronto el frío y la oscuridad no me dejarán escribir, la
luz se va y ya no importa…
Si mañana muriese aquí y me blanquearan los huesos las
arenas ya no siento duda ni temor alguno, la duda y el temor que supe tener
eran la ausencia de dios en mi corazón.